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De la Paciencia....3

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Mensaje  Admin Dom Sep 05, 2010 4:01 pm

El Ángel de la Paciencia

Con la cualidad de la paciencia, sabemos seguir el flujo de la energía paso a paso, en dirección al éxito de nuestras realizaciones. Si manifestamos una paciencia amorosa, sin esperar que las cosas acontezcan rápidamente, estaremos conscientes de que todo lo que hacemos tiene un valor real. La Naturaleza nos da un gran ejemplo de paciencia amorosa a través de maravillosos tesoros que crea.

AFIRMACIÓN: Mi paciencia opera milagros en mi vida.


Pero si no hay infierno, ¿significa eso que puedo hacer lo que quiera, actuar como desee, realizar cualquier acción, sin temor a un castigo?



¿Necesitas el temor para poder ser, hacer y tener aquello que es intrínsecamente justo? ¿Necesitas sentirte amenazado para ser “bueno”? ¿Y qué es “ser bueno”? ¿Quién tiene la última palabra respecto a eso? ¿Quién establece las pautas? ¿¿Quién hace las normas?

Déjame que te diga algo: cada uno de vosotros es quien hace sus propias normas. Cada uno de vosotros establece las pautas. Y cada uno de vosotros decide si lo que ha hecho es bueno, si lo que hace es bueno; ya que cada uno de vosotros es el único que ha decidido Quién y Qué Es Realmente, y Quién Quiere Ser. Y cada uno de vosotros es el único que puede establecer si lo que hace es bueno.

Ningún otro os juzgará nunca, ya que ¿por qué, y cómo, podría Dios juzgar Su propia creación y decir que es mala? Si Yo quisiera que fuerais perfectos y obrarais siempre de manera perfecta, os habría dejado en el estado de total perfección del que procedéis. El fin último del proceso era que os descubrierais a vosotros mismos, que os crearais a Vosotros mismos, tal como realmente sois, y como realmente deseáis ser. Pero no podíais serlo a menos que tuvierais también la posibilidad de ser otra cosa distinta.

¿Debo, entonces, castigaros por realizar una elección que Yo Mismo he puesto ha vuestro alcance? Y si Yo no quisiera que dispusierais de esa segunda posibilidad, ¿para qué habría de crear otra que no fuera la primera?

Esta es la pregunta que debéis haceros antes de atribuirme el papel de un Dios que condena.

La respuesta directa a tu pregunta es que sí: puedes hacer lo que quieras sin temor al castigo. Sin embargo, puede resultarte útil ser consciente de las consecuencias.

Las consecuencias son los resultados naturales. No tienen nada que ver con los castigos. Son simplemente resultados: lo que resulta de la aplicación natural de las leyes naturales; lo que ocurre - de manera totalmente predecible - como consecuencia de lo que ha ocurrido.

Toda la vida física funciona según las leyes naturales. Cuando recordéis estas leyes, y las apliquéis, lograréis dominar la vida a nivel físico.

Lo que a vosotros os parece un castigo - o aquello a lo que llamaríais el mal, o la mala fortuna -, no es sino una ley natural manifestándose por sí misma.



Entonces si conociera estas leyes, y las obedeciera, nunca más volvería a tener un momento de turbación. ¿Es eso lo que me estas diciendo?



Nunca te experimentarías a Ti mismo en un estado de eso que llamas “turbación”. No considerarías ninguna situación de la vida como un problema. No afrontarías ninguna situación con inquietud. Pondrías fin a cualquier clase de preocupación, duda o temor. Vivirías tal como imagináis que vivían Adán y Eva: no como espíritus desencarnados en el reino de lo absoluto, sino como espíritus encarnados en el reino de lo relativo. Pero gozarías de toda la libertad, de toda la alegría, de toda la paz y de toda la sabiduría, el conocimiento y la fuerza del Espíritu que eres. Serías un ser plenamente realizado.

Este es el objetivo de vuestra alma. Este es su propósito: realizarse plenamente ella misma a través del cuerpo; llegar a ser la encarnación de todo lo que realmente es.

Este es Mi plan para vosotros. Este es mi ideal: lo que Yo debo llegar a realizar por medio de vosotros. Es así, convirtiendo el concepto en experiencia, como Yo puedo conocerme a Mí mismo experimentalmente.

Las leyes del Universo son leyes que Yo he establecido. Son leyes perfectas, que crean una función perfecta de lo físico.

¿Has visto alguna vez algo más perfecto que un copo de nieve? Su complejidad, su dibujo, su simetría, su identidad consigo mismo y su originalidad respecto a todos los demás: todo es un misterio. Os asombráis ante el milagro de esta imponente manifestación de la naturaleza. Pero si puedo hacer esto con un simple copo de nieve, ¿qué crees que puedo hacer - que he hecho - con el universo?

Aunque vierais su simetría, la perfección de su diseño - desde el cuerpo más grande a la partícula más pequeña -, no seríais capaces de mantener esta verdad en vuestra propia realidad. Ni siquiera ahora, que empezáis a vislumbrar algo de él, podéis imaginar o entender sus interrelaciones. Pero podéis saber que existen dichas interrelaciones: mucho más complejas y mucho más extraordinarias de lo que vuestra comprensión actual puede abarcar. Vuestro Shakespeare lo expresó maravillosamente: “¡Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que ha soñado tu filosofía!”



¿Cómo puedo, entonces, conocer esas leyes? ¿Cómo puedo aprenderlas?



No se trata de aprender, sino de recordar.



¿Cómo puedo recordarlas?



Empieza por quedarte en silencio. Silencia el mundo exterior, de modo que puedas ver el mundo interior. Esta visión interior es lo que buscas, pero no podrás acceder a ella mientras estés tan profundamente preocupado por tu realidad externa. Trata, pues, de mirar hacia dentro lo máximo que puedas. Cuando no miras hacia adentro, es que miras hacia fuera en la medida en que te ocupas del mundo exterior. Recuerda este axioma:

Si no miras hacia dentro, es que miras hacia fuera.

Ponlo en primera persona cuando te lo repitas a ti mismo, para hacerlo más personal:



Si no

Miro hacia adentro

Es que

Miro hacia fuera.



Has estado mirando hacia fuera durante toda tu vida. Pero no tienes, ni tuviste nunca, por qué hacerlo.

No hay nada que no puedas ser, nada que no puedas hacer. No hay nada que no puedas tener.



Eso suena como prometer la luna.



¿Y qué otra clase de promesa podría hacer Dios? ¿Me creerías si te prometiera menos?

Durante miles de años, la gente se ha mostrado incrédula ante las promesas de Dios por la más extraordinaria de las razones: eran demasiado buenas para ser verdad. Así habéis elegido una promesa menor, un amor menor; ya que la más alta promesa de Dios proviene del más alto amor.

Sin embargo, no podéis concebir un amor perfecto, y, en consecuencia, una promesa perfecta resulta asimismo inconcebible. Como una persona perfecta. Así, no podéis creer ni siquiera en Vosotros mismos.

No creer en alguna de estas cosas significa no creer en Dios; ya que la creencia en Dios genera la creencia en el mayor don de Dios - el amor incondicional - y en la mayor promesa de Dios - un potencial ilimitado -.



¿Puedo interrumpirte un momento? Lamento interrumpir a Dios en medio del discurso... pero ya he oído hablar antes del potencial ilimitado, y éste no cuadra con la experiencia humana. ¿olvidas las dificultades con las que se encuentra el hombre común? ¿Y qué decir de los que nacen con limitaciones físicas o mentales? ¿Es ilimitado su potencial?



Lo habéis escrito en vuestras propias Escrituras; de muchas maneras y en muchos lugares.



Dame una referencia.



Mira lo que habéis escrito en el Génesis, capítulo 11, versículo 6, de vuestra Biblia.



Dice: “... y dijo Yahveh: "He aquí que todos son un solo pueblo con un mismo lenguaje, y este es el comienzo de su obra. Ahora nada de cuanto se propongan les será imposible..."“.



Sí. ¿Lo crees?



Eso no responde a la pregunta sobre los débiles, los enfermos, los discapacitados; sobre aquellos que se ven limitados.



¿Piensas que no se ven limitados, como tu dices, por su propia elección? ¿Imaginas que el alma humana se encuentra con las pruebas que le plantea la vida - cualesquiera que éstas sean - por accidente? ¿Es eso lo que crees?



¿Quieres decir que el alma elige por adelantado qué clase de vida experimentará?



No; eso frustraría el propósito del encuentro. El propósito es crear vuestra experiencia - y, por lo tanto, crearos a Vosotros mismos - en el glorioso momento del Ahora. En consecuencia, no elegís la vida que experimentaréis por adelantado.

Podéis, no obstante, seleccionar las personas, lugares y acontecimientos - las condiciones y circunstancias, los desafíos y obstáculos, las oportunidades y opciones - con las que crear vuestra experiencia. Podéis seleccionar los colores de vuestra paleta, las herramientas de vuestra caja, la maquinaria de vuestro taller. Lo que creéis con ello es asunto vuestro. Es el asunto de la vida.

Vuestro potencial es ilimitado en todo lo que habéis elegido hacer. No supongas que un alma que se ha encarnado en un cuerpo al que llamáis limitado no ha alcanzado su pleno potencial, ya que no sabes qué es lo que esa alma está intentando hacer. No conoces su proyecto. No estás seguro de cual es su intención.

Bendice, pues, a toda persona y condición, y da gracias. De este modo afirmarás la perfección de la creación de Dios, y mostrarás vuestra fe en ella, puesto que en el mundo de Dios nada ocurre por accidente y no existe nada parecido a la casualidad. Ni tampoco el mundo está a merced de los avatares del azar, o de eso que llamáis destino.

Si un copo de nieve es tan sumamente perfecto en su diseño, ¿no crees que pueda decirse lo mismo de algo tan magnífico como vuestra vida?



Pero el propio Jesús curaba a los enfermos. ¿Por qué habría de curarles si su condición era tan “perfecta”?



Jesús no curaba a quienes curaba porque viera que su condición fuera imperfecta. Los curaba porque veía que sus almas pedían la curación como una parte de su proceso. Veía la perfección del proceso. Reconocía y entendía la intención del alma. Si Jesús hubiera pensado que toda enfermedad, mental o física, constituía una imperfección, ¿no habría curado simplemente, y de una vez por todas, a todos los habitantes del planeta? ¿Acaso dudas de que pudiera hacerlo?



No. Creo que podía hacerlo.



Bien. Entonces la mente quiere saber: ¿por qué no lo hizo?, ¿Por qué Cristo habría de decidir que unos sufrieran y otros se curaran? Y, en el mismo sentido, ¿por qué Dios permite cualquier sufrimiento en cualquier momento? Esta pregunta ya se ha planteado antes, y la respuesta sigue siendo la misma. La perfección esta en el proceso, y toda vida surge de una decisión. No resulta apropiado interferir en tal decisión, ni cuestionarla. Y resulta particularmente inapropiado condenarla.

Lo que sí resulta apropiado es observarla, y hacer todo lo posible para ayudar a esa alma a buscar y realizar su más alta decisión. Estáte atento, pues, a las decisiones de los demás, pero no seas crítico con ellas. Debes saber que sus decisiones son perfectas para ellos en ese momento, pero estar dispuesto a ayudarles si llegara el momento en el que buscaran una decisión nueva y diferente, una decisión más alta.

Entra en comunión con las almas de los demás, y su propósito, su intención, resultarán claros para ti. Esto es lo que hizo Jesús con aquellos a los que curó, y con todos aquellos con quienes compartió su vida. Jesús curó a todos los que acudieron a él o enviaron a otros para suplicarle en su nombre. No realizó las curaciones al azar. Hacerlo así habría significado violar una Ley del Universo sagrada:

Deja que cada alma siga su camino.



¿Significa eso que no debemos ayudar a nadie si no nos lo pide? Supongo que no, pues en ese caso nunca podríamos ayudar a los niños que mueren de hambre en la India, a las masas torturadas en África, a los pobres a los oprimidos de cualquier parte. El esfuerzo humanitario desaparecería, la caridad se prohibiría. ¿Hemos de esperar a que un individuo nos lo pida a gritos desesperado, o a que toda una nación nos suplique ayuda, para permitirnos hacer algo que es a todas luces correcto?



Fíjate que la pregunta se contesta sola. Si algo es a todas luces correcto, hazlo. Pero recuerda ser extremadamente crítico respecto a lo que llamáis “correcto” o “equivocado”

Algo resulta correcto o equivocado sólo porque decís que lo es. No es intrínsecamente correcto o equivocado.



¿No?



La cualidad de “correcto” o “equivocado” no es una condición intrínseca, sino un juicio subjetivo es un sistema personal de valores. Mediante vuestros juicios subjetivos os creáis a Vosotros mismos; por medio de vuestros valores personales determináis y demostráis Quiénes Sois.

El mundo existe exactamente tal como es a fin de que podáis formular dichos juicios. Si el mundo existiera en condiciones perfectas, vuestro proceso de Autocreación terminaría. Habría concluido. La profesión de abogado se acabaría en cuanto ya no hubiera más litigios. La profesión de medico se acabaría en cuanto ya no hubiera enfermedad. La profesión de filósofo se acabaría en cuanto ya no hubiera preguntas.



¡Y la profesión de Dios se acabaría en cuanto ya no hubiera problemas!



Exactamente. Lo has expresado a la perfección. Nosotros, ambos, habríamos terminado de crear en cuanto ya no hubiera nada que crear. Nosotros, ambos, estamos interesados en que el juego siga. Por más que digamos que queremos resolver todos los problemas, no nos atrevemos a resolver todos los problemas, pues en ese caso no nos quedaría nada que hacer.

Vuestra estructura industrial - militar lo entiende muy bien. Y por eso se opone con todas sus fuerzas a cualquier intento de instaurar un gobierno de paz perpetua en cualquier parte.

También vuestro estamento médico lo entiende. Y por eso se opone firmemente - tiene que hacerlo, por su propia supervivencia - a cualquier nuevo fármaco o cura milagrosos; por no hablar de la posibilidad de los propios milagros.

Vuestra comunidad religiosa también lo tiene claro. Y por eso ataca constantemente cualquier definición de Dios que no incluya el temor, el juicio y el premio o el castigo, así como cualquier definición de Uno mismo que no incluya su propia idea del único camino hacia Dios.

Si Yo os digo que vosotros sois Dios, ¿dónde queda la religión? Si Yo os digo que estáis curados, ¿dónde quedan la ciencia y la medicina? Si Yo os digo que podéis vivir en paz, ¿dónde quedan los pacificadores? Si Yo os digo que el mundo está “reparado”, ¿dónde queda el mundo?

¿Y que sería de los fontaneros? El mundo se compone esencialmente de dos tipos de personas: quienes te dan lo que quieres, y quienes reparan las cosas. En cierto sentido, incluso aquellos que simplemente te dan lo que quieres - los carniceros, los panaderos, los cereros - son también “reparadores”, puesto que desear algo a menudo equivale a necesitarlo. Y satisfacer esa necesidad constituye una “reparación”.



¿Estas diciendo que el mundo tendrá siempre problemas? ¿Estas diciendo que realmente quieres que sea así?



Estoy diciendo que el mundo existe tal como es - igual que un copo de nieve existe tal como es - por voluntad de alguien. Vosotros lo habéis creado de este modo, del mismo modo que habéis creado vuestra vida exactamente como es.

Yo quiero lo que vosotros queráis. El día en que realmente queráis acabar con el hambre, dejará de haber hambre. Os he dado todos los recursos necesarios para hacerlo. Disponéis de todas las herramientas para llevar a cabo esa decisión. No lo habéis hecho. Y no porque no podáis: mañana mismo podría terminar el hambre en el mundo. Pero habéis decidido no hacerlo.

Pretendéis que hay buenas razones por las que 40.000 personas deben morir diariamente de hambre. No las hay. Pero al mismo tiempo que decís que no podéis hacer nada para que dejen de morir de hambre 40.000 personas diarias, traéis al mundo a 50.000 personas cada día, a una nueva vida. Y a eso lo llamáis amor. Y a eso lo llamáis el plan de Dios. Se trata de un plan que carece absolutamente de toda lógica o razón, por no hablar de la compasión.

En resumidas cuentas, te estoy demostrando que el mundo existe tal como es porque vosotros lo habéis decidido. Estáis destruyendo sistemáticamente vuestro propio medio ambiente, y luego consideráis los llamados desastres naturales como una evidencia de una broma cruel de Dios, o de la violencia de la naturaleza. Sois vosotros mismos quienes os habéis gastado esa broma, y sois vosotros los crueles.

Nada, nada en absoluto, es más amable que la naturaleza. Y nada, nada en absoluto, ha sido más cruel con la naturaleza que el hombre. Pero eludís cualquier compromiso, negáis toda responsabilidad. No es culpa vuestra, decís, y en eso tenéis razón. No es cuestión de culpa, sino de decisión.

Podéis decidir poner fin a la destrucción de vuestras selvas mañana mismo. Podéis decidir poner fin a la destrucción de vuestras selvas mañana mismo. Podéis decidir que se detenga la reducción de la capa de ozono que cubre vuestro planeta. Podéis decidir suspender el continuo ataque a vuestro ingenioso ecosistema terrestre. Podéis tratar de formar de nuevo el copo de nieve - o al menos detener su inexorable fusión -; pero ¿lo haréis?

Del mismo modo, mañana mismo podéis poner fin a todas las guerras. Sencillamente, fácilmente. Lo único que hace falta - lo único que siempre ha hecho falta - es que os pongáis de acuerdo. Pero si vosotros no os ponéis de acuerdo en algo tan sencillo como acabar con el asesinato del otro, ¿cómo pedís al cielo, agitando los puños, que ponga vuestra vida en orden?

Yo no haré nada por vosotros que vosotros no hagáis por vosotros mismos. Esa es la ley y los profetas.

El mundo es como es por causa vuestra, y de las decisiones que habéis tomado; o dejado de tomar.

(No decidir también es decidir).

La tierra es como es por causa vuestra, y de las decisiones que habéis tomado; o dejado de tomar.

Vuestra propia vida es como es por causa vuestra, y de las decisiones que habéis tomado; o dejado de tomar.



¡Pero yo no he decidido ser atropellado por un camión! ¡Yo no he decidido ser atracado por un ladrón, o violado por un maníaco! La gente podría decir eso. Hay gente en el mundo que podría decir eso.



Todos vosotros provocáis, originalmente, las condiciones que crean en el ladrón el deseo, o la necesidad percibida, de robar. Todos vosotros habéis creado la consciencia que hace posible la violación. Cuando veáis en vosotros mismos la causa del crimen empezaréis, por fin, a poner remedio a las condiciones de las que ha surgido.

Alimentad a vuestros hambrientos. Restituid la dignidad a vuestros pobres. Dad una oportunidad a los menos afortunados. Poned fin a los prejuicios que mantienen a las masas amontonadas y enfurecidas, con pocas esperanzas de un mañana mejor. Desterrad los absurdos tabúes y restricciones que afectan a la energía sexual; o, mejor aún, ayudad a los demás a entender realmente este prodigio y a canalizarlo correctamente. Haced esto y habréis avanzado un largo trecho hacia la desaparición definitiva del robo y la violación.

En cuanto al llamado “accidente” - el camión que surge en una curva, el ladrillo que cae del cielo -, aprended a saludar a cada uno de estos incidentes como una pequeña parte de un mosaico mayor. Habéis venido aquí para encontrar un plan individual encaminado a vuestra propia salvación. Pero salvación no significa salvaros de las trampas del diablo. No hay nada parecido al diablo, y el infierno no existe. De lo que os salváis es del olvido de la no-realización.

No podéis perder esta batalla. No podéis fracasar. Así, no se trata en absoluto de una batalla, sino simplemente de un proceso. Pero si no lo sabéis, lo veréis como una constante lucha. Podéis incluso creer en la lucha la suficiente como para crear toda una religión en torno a ella. Esta religión enseñará que el fin de todo es la lucha. Pero se trata de una enseñanza falsa. No es a través de la lucha como se desarrolla el proceso. Y la victoria se consigue mediante la rendición.

Los accidentes ocurren por que ocurren. Ciertos elementos del proceso vital se han dado al mismo tiempo, de una cierta manera y en un determinado momento, con unos determinados resultados, resultados que decidís calificar de desafortunados por vuestras propias razones particulares. Pero es posible que, en relación al proyecto de vuestra alma, no lo sean en absoluto.

Déjame que te diga algo: no hay ninguna coincidencia, y nada sucede “por accidente”. Cada acontecimiento y aventura es convocado a Vosotros por Vosotros mismos, con el fin de que podáis crear y experimentar Quienes Sois Realmente. Todos los auténticos Maestros lo saben. He ahí por qué los Maestros místicos permanecen imperturbables frente a las peores experiencias de la vida (tal como vosotros las llamaríais).

Los grandes profesores de vuestra religión cristiana lo entienden muy bien. Saben que a Jesús no lo inquietaba la crucifixión, aunque la esperaba. Podía haberse marchado, pero no lo hizo. Podía haber detenido el proceso en cualquier momento. Tenía el poder para hacerlo. Pero no lo hizo. Permitió que lo crucificaran con el fin de poder demostrar la salvación eterna del hombre. “Mirad - dijo - lo que puedo hacer. Mirad qué es lo verdadero. Y sabed que todo esto, y más, también lo haréis vosotros. ¿No os he dicho que sois dioses? Sin embargo, no lo creéis. Entonces, si no podéis creer en vosotros mismos, creed en mí.”

Tal fue la compasión de Jesús, que buscó - y creó - la manera de causar en el mundo tan fuerte impacto que todos pudieran alcanzar el cielo (la Auto-realización), si no de otro modo, por mediación de él; puesto que derrotó a la miseria y a la muerte. Igual que podéis hacer vosotros.

La más magnífica enseñanza de Cristo no fue que tendréis vida eterna, sino que ya la tenéis; no fue que seréis hermanos en Dios, sino que ya lo sois; no fue que tendréis todo lo que pidáis, sino que ya lo tenéis.

Lo único que hace falta es que lo sepáis, ya que sois los creadores de vuestra realidad, y la vida no os puede descubrir otro camino que el que vosotros penséis.

Vosotros pensáis que es así. Este es el primer paso en la creación. Dios padre es pensamiento. Vuestro pensamiento es el progenitor que da origen a todas las cosas.

Esta es una de las leyes que hemos de recordar.



Sí.

¿Puedes mencionarme otras?

Ya os las he mencionado. Os he hablado de todas ellas desde el principio de los tiempos. Os he hablado de ellas una y otra vez. Os he enviado a un maestro tras otro. Pero no escucháis a mis maestros: los matáis.

Pero ¿por qué? ¿Por qué matamos a los más santos de nosotros? Los matamos o los deshonramos, que viene a ser lo mismo. ¿Por qué?

Porque se alzan frente a cualquier pensamiento vuestro que me niegue. Y para poder negaros a Vosotros mismos debéis negarme a Mí.

¿Por qué querría negarte a Ti, o negarme a mí?

Porque tenéis miedo. Y porque mis promesas son demasiado buenas para ser verdad. Porque no podéis aceptar la más magnífica Verdad. Y así, debéis reduciros a vosotros mismos a una espiritualidad que enseña el temor, la dependencia y la intolerancia, en lugar del amor, el poder y la aceptación.

Estáis llenos de temor; y vuestro mayor temor es que Mi mayor promesa pueda ser la mayor mentira de la vida. Así, creáis la mayor fantasía posible para defenderos de ello: afirmáis que cualquier promesa que os otorgue el poder - y os garantice el amor - de Dios debe ser una falsa promesa del diablo. Dios nunca haría una promesa semejante - os decís a vosotros mismos -; solo el diablo, para tentaros, negando la verdadera identidad de Dios como el más terrible, justiciero, celoso, vengativo y castigador de todos los seres.

Aunque esta descripción encaja mejor con la definición del diablo (si lo hubiera), habéis atribuido estos rasgos diabólicos a Dios, con el fin de convenceros a vosotros mismos de que no habéis de aceptar las promesas divinas de vuestro Creador, o las cualidades divinas del Yo.

Tal es el poder del temor.



Estoy tratando de alejar de mí el temor. ¿Seguirás hablándome de más leyes?



La Primera Ley es que podéis ser, hacer y tener cualquier cosa que seáis capaces de imaginar. La Segunda Ley es que atraéis sobre vosotros aquello que teméis.



¿Y eso por qué?



La emoción es la fuerza que atrae. Aquello que más temas es lo que experimentarás. Un animal - que vosotros consideráis una forma inferior de vida (aunque los animales actúan con más integridad y mayor coherencia que los humanos) - sabe inmediatamente si tienes miedo de él. Las plantas - a las que consideráis una forma de vida todavía inferior a los animales - responden a las personas que las aman mucho mejor que a aquellas a quienes les traen sin cuidado.

Nada de esto ocurre por casualidad. No existe la casualidad en el universo: sólo un magnífico diseño, un increíble “copo de nieve”.

La emoción es energía en movimiento. Cuando se mueve energía, se crea un efecto. Si se mueve la energía suficiente, se crea materia. La materia es energía condensada, comprimida. Si se manipula la suficiente energía de una determinada manera, se obtiene materia. Todos los Maestros entienden esta ley. Esta es la alquimia del universo. Este es el secreto de la vida.

El pensamiento es energía pura. Cualquier pensamiento que tengáis, hayáis tenido o vayáis a tener es creador. La energía de vuestro pensamiento nunca muere. Nunca. Abandona vuestro ser y se dirige al universo, expandiéndose por siempre. Un pensamiento es para siempre.

Todo pensamiento se coagula; todo pensamiento choca con otros pensamientos, entrecruzándose en un extraordinario laberinto de energía, formando una estructura en continuo cambio de indescriptible belleza e increíble complejidad.

La energía atrae a la energía semejante, formando (por utilizar un término sencillo) “grupos” de energía del mismo tipo. Cuando un número suficiente de “grupos” similares se entrecruzan con otros - chocan con otros -, entonces “se adhieren” unos a otros (por utilizar de nuevo un término sencillo). Se requiere la “adhesión” de una cantidad de energía de una magnitud inimaginable para formar la materia. Pero la materia se formará a partir de energía pura. En realidad, sólo se puede formar de este modo. Una vez la energía se ha convertido en materia, sigue siendo materia durante mucho tiempo, a menos que su construcción se vea alterada por una forma de energía opuesta, o distinta. Esta energía distinta, actuando sobre la materia, en realidad la desmembra, liberando la energía originaria de la que se compone.

Esta es, en términos elementales, la teoría que subyace a vuestra bomba atómica. Einstein estuvo mucho más cerca que cualquier otro ser humano - anterior o posterior - de descubrir, explicar y utilizar el secreto creador del universo.

Ahora entenderás mejor cómo la gente de mente semejante puede unir sus esfuerzos para crear una realidad favorable. La frase “dondequiera que dos o más se reúnan en mi nombre” adquiere así un sentido mucho mayor.

Por supuesto, cuando sociedades enteras piensan de una determinada manera, ocurren muy a menudo cosas asombrosas, no todas necesariamente deseables. Por ejemplo, una sociedad que viva en el temor, muy a menudo - realmente, inevitablemente - produce aquello que más teme.

Del mismo modo, grandes comunidades o congregaciones con frecuencia encuentran el poder de producir milagros en su pensamiento combinado (o lo que algunos llaman oración común).

Y debe quedar claro que incluso los individuos - si su pensamiento (oración, esperanza, deseo, sueño, temor) es extraordinariamente fuerte - pueden, en y por sí mismos, producir tales resultados. Jesús lo hizo regularmente. Él sabía como manipular la energía y la materia, cómo reorganizarla, cómo redistribuirla, cómo controlarla totalmente. Muchos Maestros lo han sabido. Muchos lo saben.

Tú puedes saberlo. Ahora mismo.

Esta es la ciencia del bien y del mal de la que participaron Adán y Eva. En tanto no supieron esto, no podía existir la vida tal como la conocéis. Adán y Eva - los nombres míticos con los que habéis representado al Primer Hombre y a la Primera Mujer - fueron el Padre y la Madre de la experiencia humana.

Lo que se ha descrito como la caída de Adán fue en realidad su elevación, el mayor acontecimiento en la historia de la humanidad; ya que, sin él, el mundo de la relatividad no existiría. El acto de Adán y Eva no fue el pecado original, sino - en realidad - la primera bendición. Debes agradecérselo desde el fondo de tu corazón, puesto que, al ser los primeros que tomaron una decisión “equivocada”, Adán y Eva produjeron la posibilidad de tomar cualquier tipo de decisión.

En vuestra mitología, habéis hecho de Eva una mujer <mala>: la tentadora que comió del fruto, la ciencia del bien y del mal, y que tímidamente invito a Adán a unirse a ella. Esta base mitológica os ha permitido considerar, desde entonces, a la mujer como la “caída” del hombre, resultando de ello todo tipo de realidades pervertidas; por no hablar de los criterios distorsionados y confusiones relativas al sexo. (¿Cómo os parece tan bien algo que es tan malo?)

Lo que más teméis es lo que más os atormentará. El temor lo atraerá hacia vosotros como un imán. Todas vuestras escrituras sagradas - o cualquier tipo de creencia y tradición religiosa que habéis creado - contienen esta clara advertencia: no temáis. ¿Crees que es por casualidad?

Las Leyes son muy sencillas.



1. El pensamiento es creador.

2. El temor atrae a la energía semejante.

3. El amor es todo lo que hay.



¡Eh! ¡Me has cogido con la tercera! ¿Cómo puede ser el amor todo lo que hay si el temor atrae la energía semejante?



El amor es la realidad última. Es lo único. Lo es todo. El sentimiento del amor es vuestra experiencia de Dios.

Al nivel de la más alta Verdad, el amor es todo lo que hay, todo lo que ha habido y todo lo que habrá. Cuando penetras en lo absoluto, penetras en el amor.

La esfera de lo relativo fue creada con el fin de que Yo pudiera experimentarme a Mí Mismo. Ya te lo he explicado. Pero eso no hace que la esfera de lo relativo sea real. Es una realidad creada que vosotros y Yo hemos inventado y seguimos inventando, con el fin de poder conocernos experiencialmente.

Sin embargo, la creación puede parecer muy real. Su objetivo es que parezca tan real que admitamos que verdaderamente existe. De este modo, Dios ha logrado crear “algo distinto” de Sí mismo (aunque estrictamente eso es imposible, puesto que Dios es - Yo Soy - Todo lo Que Existe).

Al crear “algo distinto” - a saber, la esfera de lo relativo -, he producido un medio en el que vosotros podéis decidir ser Dios, en lugar de deciros simplemente que sois Dios; en el que podéis experimentar la Divinidad como un acto de creación, más que como un concepto; en el que la pequeña vela en el sol - la pequeña alma - puede conocerse a sí misma como luz.

El temor es el otro extremo del amor. Es la polaridad primordial. Al crear la esfera de lo relativo, en primer lugar creé lo opuesto a Mí Mismo. Ahora bien, en la esfera en la que vivís en el plano físico hay únicamente dos lugares del ser: el temor y el amor. Los pensamientos arraigados en el temor producirán un tipo de manifestación en el plano físico; los pensamientos arraigados en el amor producirán otro.

Los Maestros que han pasado por el planeta son aquellos que han descubierto el secreto del mundo relativo, negándose a reconocer su realidad. En resumen, Los Maestros son aquellos que han elegido solo el amor. En cualquier caso. En cualquier momento. En cualquier circunstancia. Aunque fueran asesinados, amaban a sus asesinos. Aunque fueran perseguidos, amaban a sus opresores.

A vosotros esto os resulta muy difícil de entender; y mucho más de imitar. No obstante eso es lo que han hecho siempre todos los Maestros. No importa de qué filosofía, ni de que tradición, ni de que religión: es lo que han hecho todos los Maestros.

Este ejemplo y esta lección se os han manifestado de manera muy clara. Una y otra vez, siempre se os han mostrado. En todo tiempo y en cualquier lugar. Durante todas vuestras vidas y en cada momento. El universo se las ha ingeniado para poner esta Verdad delante de vosotros. En canciones y relatos, en poemas y bailes, en palabras y en movimientos; en imágenes en movimiento - que vosotros llamáis “películas” - y en colecciones de palabras - que vosotros llamáis “libros” -.

Su grito se ha oído desde la más alta montaña, su rumor se ha escuchado en el lugar más recóndito. El eco de esta verdad ha atravesado los pasillos de toda experiencia humana: el Amor es la respuesta. Pero no la habéis escuchado.

Ahora acudes a este libro, preguntándole a Dios de nuevo lo que Dios os ha dicho incontables veces de incontables formas. Pero os lo diré otra vez, aquí, en el contexto de este libro. ¿Me escucharéis ahora? ¿Realmente me vais a oír?

¿Qué crees que te ha acercado ha este material? ¿Cómo es que se halla en tus manos? ¿Acaso piensas que no sé lo que hago?

En el universo no existen las casualidades.

He oído el grito de tu corazón. He visto la búsqueda de tu alma. Sé cuán profundamente has deseado la Verdad. En tu sufrimiento, como en tu alegría, has clamado por ella. Me has suplicado interminablemente. Muéstramela. Explícamela. Revélamela.

Y eso estoy haciendo ahora, en términos tan claros que no puedas dejar de entenderme. En un lenguaje tan sencillo que no puedas confundirte. En un vocabulario tan común que no puedas perderte en la verborrea.

Sigamos, pues, adelante. Pregúntame cualquier cosa. Cualquier cosa. Me las ingeniaré para conducirte a la respuesta. Utilizaré al universo entero para hacerlo. Estáte, pues, atento. Este libro está lejos de ser mi única herramienta. Formula una pregunta; luego deja este libro. Mas observa. Escucha. Las palabras de la próxima canción que oigas. La información del siguiente artículo que leas.

El argumento de la siguiente película que vayas a ver. Las palabras que cruces casualmente con la próxima persona que te encuentres. O el murmullo del próximo río, el próximo océano, la próxima brisa que acaricie tu oído. Todos estos recursos son Míos; todos estos caminos están abiertos para Mí. Te hablaré si Me escuchas. Vendré a ti si me invitas. Te mostraré entonces que siempre he estado ahí. En todas partes.





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