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De la Poder...... 1

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Mensaje  Admin Dom Sep 05, 2010 4:09 pm

El Ángel del Poder

El poder del Alma se revela en la personalidad como el propósito claro y la capacidad de decidir por el bien de todos los involucrados en una determinada situación. El poder que viene de esa dimensión anímica jamás sería un poder ejercido sobre alguna cosa o sobre alguien, sino más bien un poder ejercido con alguien, o sea, compartir las bendiciones espirituales que emergen cuando nos sintonizamos con el propósito de Dios para nuestra vida.

AFIRMACIÓN: ¡Poder Infinito, revigorízame! En mi Ser real soy fuerte, feliz y sereno.


He buscado el camino hacia Dios toda mi vida...

Sé que lo has hecho.

... y ahora lo he encontrado, y no puedo creerlo. Me parece estar aquí sentado, escribiéndome a mí mismo.

Es lo que estás haciendo.

Pero no creo que sea eso lo que debería parecerme una comunicación con Dios.

¿Quieres clarines y trompetas? Veré qué puedo hacer.

¿Sabes?, habrá quienes digan que todo este libro no es más que una blasfemia. Especialmente si sigues haciéndote el gracioso.

Deja que te explique algo. Tenéis la idea de que Dios sólo se muestra de una única manera. Esa es una idea muy peligrosa.

Eso os impide ver a Dios en todas partes. Si crees que a Dios se le ve y se le oye sólo de una manera, o es sólo de una manera, Me mirarás sin verme día y noche. Te pasaréis toda la vida buscando a Dios, y no le encontrarás; precisamente porque estarás buscando a alguien. Lo pongo como un ejemplo.

Se ha dicho que, si uno no ve a Dios en lo profano y en lo profundo, se esta perdiendo la mitad de la historia. Es un gran Verdad.
Dios está en la tristeza y en la carcajada, en lo amargo y en lo dulce. Detrás de cada cosa se oculta un propósito divino; y, por lo tanto, en cada cosa se halla la presencia divina.

Una vez empecé a escribir un libro titulado Dios es un bocadillo de salami.

Habría sido un buen libro. Yo te di esa inspiración. ¿Por qué no lo escribiste?



Me pareció una blasfemia. O, cuando menos, una horrible irreverencia.

¡Querrás decir una maravillosa irreverencia! ¿De donde has sacado la idea de que Dios es solo “reverente”? Dios es lo alto y lo bajo. Lo caliente y lo frío. La izquierda y la derecha. ¡Lo reverente y lo irreverente!

¿Acaso piensas que Dios no ríe? ¿Imaginas que Dios no disfruta con una buena broma? ¿Creéis que Dios carece de sentido del humor? Deja que te diga algo: Dios inventó el humor.

¿Debes hablarme en un tono circunspecto cuando te dirijas a Mí? ¿Se hallan fuera de mi comprensión los términos fuertes o la jerga? Te aseguro que puedes hablarme como hablarías con tu mejor amigo.

¿Crees que hay alguna palabra que Yo no haya oído?, ¿una visión que no haya visto?, ¿un sonido que no conozca?

¿Crees acaso que desprecio alguno de ellos, mientras que gusto de los otros?

Te aseguro que no desprecio nada. Nada de ello resulta repulsivo para Mí. Eso es la vida, y la vida es el don; el tesoro inenarrable; lo más sagrado de todo.

Yo soy la vida, puesto que Yo soy la sustancia que constituye la vida. Cada uno de sus aspectos tiene un propósito divino. No existe nada, absolutamente nada, sin una razón conocida y aprobada por Dios.



¿Cómo puede ser eso? ¿Y que hay del mal que ha creado el hombre?

No podéis crear nada - ni un pensamiento, ni un objeto, ni un acontecimiento, ninguna experiencia de ninguna clase - que no sea el resultado del plan de Dios; puesto que el plan de Dios respecto a vosotros es que creéis cualquier cosa - todo aquello - que queráis. En esta libertad reside la experiencia de Dios como siendo Dios, y esta es la experiencia para la que Yo os he creado a Vosotros. Y a la propia vida.

El mal es aquello a lo que vosotros llamáis mal. Pero incluso eso es de mi agrado, puesto que sólo a través de eso que llamáis mal podéis conocer el bien; sólo a través de eso que llamáis obra del demonio podéis conocer y hacer la obra de Dios. Yo no amo más lo caliente que lo frío, lo alto que lo bajo, la izquierda que la derecha. Todo es relativo. Todo forma parte de lo que es.

Yo no amo más lo “bueno” que lo “malo”. Hitler fue al cielo. Cuando entiendas esto, entenderás a Dios.

Sin embargo, me han enseñado a creer que el bien y el mal existen; que lo correcto y lo equivocado son términos opuestos; que algunas cosas no están bien, no resultan aceptables a los ojos de Dios.

Todo resulta “aceptable” a los ojos de Dios, ya que ¿cómo puede Dios no aceptar algo que es? Rechazar algo significa negar que existe. Decir que algo no está bien significa afirmar que no forma parte de Mí; y eso es imposible.

Sin embargo, sed fieles a vuestras creencias, y mantened como ciertos vuestros valores, ya que se trata de los valores de vuestros padres, y de los padres de vuestros padres, de vuestros amigos y de vuestra sociedad. Estos forman la estructura de vuestra vida, y perderlos equivaldría a deshacer el tejido que constituye vuestra experiencia. No obstante, examinadlos uno por uno. Revisadlos pieza por pieza. No deshagáis la casa, pero observad cada uno de los ladrillos, y reemplazad los que veáis que están rotos y no pueden soportar ya la estructura.

Vuestras ideas respecto a lo correcto y lo equivocado son sólo eso: ideas. Son pensamientos que constituyen la forma y crean la sustancia de Quienes Sois. Sólo habría una razón para cambiar alguna de ellas; sólo un propósito para alterarlas: si no sois felices siendo Quienes Sois.

Únicamente vosotros podéis saber si sois felices. Sólo vosotros podéis decir de vuestra vida: “Esta es mi creación (mi hijo), en la que me complazco”.

Si vuestros valores os sirven, mantenedlos. Argumentad a su favor. Luchad para defenderlos.

Pero procurad luchar de manera que no hagáis daño a nadie. El daño no es un ingrediente necesario en la receta.



Dices “sed fieles a vuestros valores” y, al mismo tiempo, que todos nuestros valores son equivocados. Ayúdame a entenderlo.



Yo no he dicho que vuestros valores sean equivocados. Pero tampoco que sean correctos. Son simplemente juicios. Afirmaciones. Decisiones. En su mayor parte, se trata de decisiones que no habéis tomado cada uno de vosotros, sino algún otro.

Quizá vuestros padres. Vuestra religión. Vuestros profesores, historiadores, políticos...

Muy pocos de los juicios de valor que habéis incorporado a vuestra verdad son juicios que habéis formulado vosotros mismos basándoos en vuestra propia experiencia. Pero la experiencia es lo que vinisteis a buscar aquí, y por vuestra experiencia ibais a crearos a vosotros mismos. Pero vosotros os habéis creado a vosotros mismos por la experiencia de los demás.

Si hubiera algo parecido al pecado, seria esto: permitiros a vosotros mismos haber llegado a ser lo que sois por la experiencia de los demás. He aquí el”pecado” que habéis cometido. Todos vosotros. No esperáis a tener vuestra propia experiencia, sino que aceptáis la experiencia de los demás como el evangelio (literalmente), y luego, cuando os encontráis con la experiencia real por primera vez, permitís que lo que ya sabíais acerca del encuentro oculte lo que realmente pensáis.

Si no obrarais así, podríais tener una experiencia completamente diferente; una experiencia que haría aparecer a vuestro maestro o fuente original como equivocado. En la mayoría de los casos, no queréis que vuestros padres, escuelas, religiones, tradiciones o sagradas escrituras aparezcan como equivocados, de modo que negáis vuestra propia experiencia a favor de lo que os han dicho que penséis.

Ninguna realidad puede ilustrar esto con mayor profundidad que vuestro tratamiento de la sexualidad humana.

Todo el mundo sabe que, de entre todas las experiencias físicas al alcance de los humanos, la experiencia sexual puede ser la más atractiva, emocionante, poderosa, estimulante, renovadora, energética, íntima, y con mayor capacidad de afirmación, unión y recreación. Aun habiendo descubierto esto experiencialmente, habéis decidido en cambio aceptar los juicios, opiniones e ideas previos acerca del sexo difundidos por otros; todos ellos con intereses creados en que penséis de una u otra manera.

Dichas opiniones, juicios e ideas han ido directamente contra vuestra propia experiencia; sin embargo, debido a que no estáis dispuestos a considerar equivocados a vuestros maestros, os convencéis a vosotros mismos de que debe ser vuestra experiencia la que está equivocada. El resultado es que habéis traicionado vuestra auténtica verdad en relación a esta cuestión; y ello con resultados devastadores.

Lo mismo habéis hecho con el dinero. En aquellos momentos de vuestra vida en que tenéis mucho dinero, os sentís estupendamente. Os sentís estupendamente recibiéndolo, y os sentís estupendamente gastándolo. No hay nada malo en ello, no hay ningún mal, nada intrínsecamente “equivocado”. Sin embargo, han arraigado tan profundamente en vosotros las enseñanzas de los demás sobre este tema, que habéis rechazado vuestra experiencia a favor de la “verdad”.

Al haber adoptado esta “verdad” como vuestra, habéis construido pensamientos en torno a ella; pensamientos que son creadores. Habéis pues, creado una realidad personal en torno al dinero que lo aleja de vosotros; ya que ¿para qué trataríais de atraer algo que no es bueno?

Sorprendentemente, habéis creado la misma contradicción en torno a Dios. Todas vuestras experiencias más profundas acerca de Dios os dicen que Dios es bueno. Todos aquellos profesores vuestros que os enseñan algo acerca de Dios os dicen que Dios es malo. Vuestro corazón os dice que hay que amar a Dios sin temerle. Vuestros profesores os dicen que hay que temer a Dios, puesto que es un Dios vengativo. Habéis de vivir en el temor a la cólera de Dios, dicen. Debéis temblar en su presencia. Durante toda vuestra vida habéis de temer el juicio del Señor - os han dicho -, pues el Señor es “justo”, y todo lo sabe; y os hallaréis en apuros cuando os enfrentéis a la terrible justicia del Señor. Debéis, pues, “obedecer” los mandamientos de Dios. O si no...

Sobre todo, no habéis de formular preguntas lógicas tales como: “Si Dios quiere una estricta obediencia a sus leyes, ¡por qué creó la posibilidad de que dichas leyes fueran violadas?”. Todos vuestros maestros os dicen que porque Dios quería que tuvierais “libre albedrío”. Sin embargo, ¿qué clase de libre albedrío es ese, si elegir una cosa en lugar de otra lleva la condenación? ¿Cómo la “libre voluntad” puede ser libre, si no es vuestra voluntad, sino la de algún otro, la que debéis cumplir? Quienes eso os enseñan hacen de Dios un hipócrita.

Se os ha dicho que Dios perdona y es compasivo; pero si no le pedís perdón del “modo correcto”, si no “os dirigís a Dios” de la manera adecuada, vuestra súplica no será escuchada, vuestro clamor quedará sin respuesta. Incluso eso no sería tan malo si hubiera una sola manera adecuada; pero se enseñan tantas “maneras adecuadas” como profesores hay.

Así la mayoría de vosotros pasan casi toda su vida adulta buscando la manera “correcta” de rendir culto, de obedecer y de servir a Dios. La ironía del asunto está en que Yo no quiero vuestro culto, Yo no necesito vuestra obediencia, y no necesitáis servirme.

Este tipo de comportamientos son los que históricamente han exigido de sus súbditos los monarcas; normalmente, monarcas egocéntricos, inseguros y tiránicos. En absoluto son exigencias divinas; y es extraordinario que el mundo no haya llegado ya a la conclusión de que tales exigencias son falsas, de que no tienen nada que ver con las necesidades o los deseos de Dios.

La divinidad no tiene necesidades. Todo lo Que Hay es exactamente eso: todo lo que hay. Por lo tanto, no quiere nada, ni carece de nada; por definición.

Si queréis creer en un Dios que de alguna manera necesita algo - y se siente tan dolido si no lo obtiene que castiga a aquellos de quienes esperaba recibirlo -, entonces es que queréis creer en un Dios mucho más pequeño que Yo. Y verdaderamente sois Hijos de un Dios Menor.

No, hijos míos; por favor, dejadme que os asegure una vez más, por medio de este texto, que no tengo necesidades. No necesito de nada.

Esto no significa que no tenga deseos. Deseos y necesidades no son la misma cosa (aunque para muchos de vosotros lo sean en vuestra vida actual).

El deseo es el principio de toda creación. Es el primer pensamiento. Es un sentimiento grandioso en el alma. Es Dios, decidiendo qué va a crear.



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