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De la Expectativa-............. 1

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Mensaje  Admin Dom Sep 05, 2010 4:13 pm

El Ángel de la Expectativa

¿Qué es lo que quieres ver nacer a partir de tí mismo? La esencia de la expectativa es saber esperar por aquello que sabemos ya sembrado dentro de nosotros, como una mujer espera hasta que esté pronta la criatura que va a nacer. Mientras tanto, la madre espera nutriendo y cuidando para que tenga un buen nacimiento.

AFIRMACIÓN: Estoy siempre esperando lo mejor de mí mismo


Perdona, pero voy a interrumpirte de nuevo. ¿Y la persona que cae enferma, pero cuya fe mueve montañas, y - por lo tanto - piensa, dice y cree que va a ponerse mejor... pero se muere seis meses después? ¿Cómo encaja eso con todo este pensamiento positivo y acción afirmativa?



Eso está bien. Me planteas preguntas difíciles. No tomas mis palabras a la ligera. Más adelante habrás de tomar mis palabras a la ligera, debido a que al final verás que podemos estar discutiendo interminablemente, tu y Yo, hasta que no quede otra cosa que hacer sino “intentarlo o rechazarlo”. Pero este momento aún no ha llegado. Así pues, sigamos con el diálogo; sigamos hablando.

Una persona que tiene una “fe que mueve montañas” y muere seis meses después, ha movido montañas durante seis meses. Puede que eso haya sido suficiente para ella. Puede que haya decidido, en la última hora del último día: “Bueno. Ya tengo suficiente. Estoy dispuesto a pasar a otra aventura”. Tú no puedes conocer su decisión, puesto que es posible que no te lo haya dicho. Lo cierto es que puede haber tomado esta decisión bastante antes - días o semanas antes - y no haberte dicho nada.

Habéis creado una sociedad en la que no se está de acuerdo con que uno quiera morir; en la que no se está de acuerdo con que uno esté de acuerdo con la muerte. Puesto que tú no quieres morir, no puedes imaginar que nadie quiera morir, independientemente de su situación o sus circunstancias.

Sin embargo, hay muchas situaciones en las que la muerte resulta preferible ala vida, y que sé que puedes imaginar si piensas en ello sólo un momento. Sin embargo, esas verdades no se te ocurren - no resultan patentes - cuando te hayas ante alguien que decide morir. Y la persona agonizante lo sabe. Puede percibir el nivel de aceptación que hay entre los que le rodean respecto a su decisión.

¿Te has fijado alguna vez en cuánta gente espera a que la habitación en la que se encuentra se halle vacía para morirse? Algunos incluso les han dicho a sus seres queridos: “Vete tranquilo. Ve a comer algo”, o bien: “Ve a dormir. Estoy bien. Nos veremos mañana”. Y luego, cuando sus fieles custodios los han abandonado, lo mismo hace el alma con el cuerpo del custodiado.

Si les dijeran a sus amigos y parientes allí reunidos: “Simplemente quiero morir”, ellos les responderían: “¡Oh!, ¡No digas eso!”, o bien: “¡No hables de ese modo!”, o bien: “¡Resiste!”, o bien: “¡Por favor, no me dejes!”.

Todo el estamento médico en su conjunto ha sido formado para mantener a la gente con vida, pero no para proporcionarle los medios para que pueda morir con dignidad.

Fíjate en que para un médico o una enfermera la muerte es un fracaso. Para un amigo o un pariente, es un desastre. Sólo para el alma la muerte es un alivio, una liberación.

El mayor regalo que se puede hacer a los moribundos es dejarles morir en paz; no pensar que deben “resistir”, o seguir sufriendo, o preocuparse por uno en ese paso crucial en sus vidas.

Muy a menudo, eso es lo que ha ocurrido en el caso del hombre que dice que va a vivir, cree que va a vivir, e incluso reza para vivir: que, al nivel del alma, ha “cambiado su mentalidad”. Ha llegado el momento de dejar que el cuerpo deje libre el alma para otras ocupaciones. Cuando el alma toma esta decisión, nada puede hacer el cuerpo para cambiarla. Nada que la mente piense puede alterarla. Es en el momento de la muerte cuando aprendemos quién lleva la voz cantante en el triunvirato cuerpo-alma-mente.

Durante toda tu vida crees que tú eres tu cuerpo. Alguna vez piensas que eres tu mente. Pero es en el momento de tu muerte cuando descubres Quien Eres Realmente.

Ahora bien, también ocurre a veces que el cuerpo y la mente no escuchan al alma. Eso crea también la situación que tú describes. Lo que más difícil le resulta hacer a la gente es escuchar a su alma (fíjate que pocos lo hacen).

Sucede, pues, que el alma decide que es el momento de abandonar el cuerpo. El cuerpo y la mente - siempre criados del alma - lo saben, y se inicia el proceso de liberación. Pero la mente (el yo) no quiere aceptarlo. Después de todo, supone el fin de su existencia. Entonces, ordena al cuerpo que resista frente a la muerte, lo que éste hace con mucho gusto, pues tampoco quiere morir. El cuerpo y la mente (el yo) reciben un gran estímulo y grandes elogios por ello del mundo exterior, el mundo de su creación. Así, la estrategia se confirma.

Ahora bien, en este momento todo depende de hasta qué punto el alma quiere salir. Si no tiene una gran urgencia, puede decir: “Está bien, tú ganas. Me quedaré un poco más contigo”. Pero si el alma tiene muy claro que permanecer junto al cuerpo no sirve a sus más altos propósitos - que no hay ninguna manera de que pueda seguir evolucionando a través de su cuerpo -, entonces lo abandonará, y nada podrá detenerla, ni nada debe intentarlo.

El alma tiene muy claro que su objetivo es evolucionar. Ese es su único y propio objetivo. No le preocupan los éxitos del cuerpo o el desarrollo de la mente. No tienen sentido para el alma.

El alma tiene claro también que abandonar el cuerpo no supone ninguna tragedia. En muchos casos, la tragedia está en permanecer en el cuerpo. Así pues, has de entender que el alma ve la cuestión de su muerte como algo diferente. Por supuesto, también ve la “cuestión de la vida” de modo distinto; y ese es el origen de gran parte de la frustración y ansiedad que uno siente durante su vida. La frustración y la ansiedad provienen de no escuchar a la propia alma.



¿Cómo puedo escuchar a mi alma? Si, a la hora de la verdad, el alma es el jefe, ¿cómo puedo estar seguro de que recibo las órdenes de la oficina central?



Lo primero que puedes hacer es tener claro qué es el alma, y dejar de formular juicios sobre ella.



¿Formulo juicios sobre mi alma?



Constantemente. Ya te he mostrado cómo te juzgas a ti mismo si quieres morir. También te juzgas a ti mismo si quieres vivir; si quieres vivir realmente. Te juzgas a ti mismo si quieres reír, si quieres llorar, si quieres ganar, si quieres perder, si quieres experimentar la alegría y el amor... especialmente por esto último.



¿Eso hago?



De algún sitio has sacado la idea de que negarte la alegría es un acto piadoso, de que no divertirte en la vida es un acto divino. La negación - te has dicho a ti mismo - es buena.



¿Me estás diciendo que es mala?



No es ni buena ni mala; es simplemente negación. Si tu te sientes bien después de negarte a ti mismo, entonces en tu mundo es buena. Si te sientes mal, entonces es mala. La mayor parte de las veces, no lo decides tú. Te niegas a ti mismo esto o aquello por que te dices a ti mismo que debes hacerlo. Luego dices que era bueno hacerlo, pero te extrañas por que no te sientes bien.

Así, lo primero que has de hacer es dejar de formular estos juicios contra ti mismo. Aprende cuál es el deseo del alma, y síguelo. Sigue al alma.

En definitiva, el alma no es sino él más alto sentimiento de amor que puedas imaginar. Este es el deseo del alma. Este es su objetivo. El alma es el sentimiento. No el conocimiento, sino el sentimiento. Ya posee el conocimiento, pero éste es conceptual; mientras que el sentimiento es experiencial. El alma quiere sentirse a sí misma, y, por lo tanto, conocerse a sí misma en su propia experiencia.

El sentimiento más alto es la experiencia de la unidad con Todo Lo Que Es. Este es el gran retorno a la Verdad por el que el alma suspira. Este es el sentimiento del amor perfecto.

El amor perfecto consiste en percibir lo perfecto que es el color blanco. Muchos piensan que el blanco es la ausencia de color. No es así. Es la inclusión de todos los colores. El blanco es todos los demás colores que existen, combinados.

Del mismo modo, el amor no es la ausencia de toda emoción (odio, cólera, lujuria, envidia, codicia), sino la suma de todo sentimiento. Es la suma total. El total combinado. El todo.

Así, para que el alma pueda experimentar el amor perfecto, debe experimentar todos los sentimientos humanos.

¿Cómo puedo tener compasión de algo que no entiendo? ¿Cómo puedo perdonar en otro lo que nunca he experimentado en Mí mismo? Con ello puedes ver tanto la simplicidad como la imponente magnitud del viaje del alma. Puedes entender por fin lo que es capaz de hacer:

El propósito del alma humana consiste en experimentar todo eso; de modo que pueda ser todo eso.

¿Cómo puede estar arriba, si nunca ha estado abajo? ¿Cómo puede estar a la izquierda, si nunca ha estado a la derecha? ¿Cómo puede tener calor, si no conoce el frío? ¿Cómo puede conocer el bien, si niega el mal? Obviamente, el alma no puede elegir ser algo si no hay nada entre lo que elegir. Para experimentar su grandeza, el alma debe saber qué es la grandeza. Y no puede hacerlo sino hay nada más que grandeza. Así, el alma se da cuenta de que la grandeza únicamente existe en el espacio de aquello que no es grandioso. En consecuencia, no condena nunca aquello que no es grandioso, sino que lo bendice, viendo en ello una parte de sí misma que debe existir para que la otra parte de sí misma se manifieste.

La tarea del alma, por supuesto, consiste en hacer que escojáis la grandeza - que seleccionéis lo mejor de Quienes Sois -, sin condenar aquello que no seleccionáis.

Se trata de una gran tarea, que requiere de muchas vidas, puesto que estáis habituados a aventurar juicios, a llamar a algo “equivocado” o “malo”, o “insuficiente”, en lugar de bendecir aquello que no elegís.

Hacéis algo peor que condenarlo: en realidad, tratáis de dañar aquello que no elegís; tratáis de destruirlo. Si hay alguna persona, lugar o cosa con los que no estéis de acuerdo, los atacáis. Si hay algún pensamiento que os contradice, lo ridiculizáis. Si hay alguna idea distinta de la vuestra, la rechazáis. En esto os equivocáis, puesto que creáis sólo la mitad del universo. Y no podréis entender nunca vuestra mitad en tanto rechacéis completamente la otra.



Todo esto es muy profundo, y te lo agradezco. Nadie me había dicho nunca estas cosas. Al menos, no con tanta sencillez. E intento entenderlas. En realidad, las entiendo. Pero algunas resultan difíciles de afrontar. Por ejemplo, parece que quieras decir que debemos amar lo “equivocado” para que podamos conocer lo “correcto”. ¿Estás diciendo que debemos abrazar al diablo, por decirlo así?



¿De que otro modo podríais reconciliaros con él? Por supuesto, no existe un diablo real, pero te estoy respondiendo en el idioma que has elegido.

La reconciliación es el proceso de aceptarlo todo, y luego elegir lo mejor. ¿Lo entiendes? No puedes elegir ser Dios si no hay nada más entre lo que elegir.



¡Eh, espera! ¿Has dicho algo de elegir ser Dios?



El sentimiento más alto es el amor perfecto. ¿De acuerdo?



Sí, debe de serlo.



¿Y se te ocurre otra descripción mejor de Dios?



No, no lo creo.



Bien. Tu alma aspira al más alto sentimiento. Aspira a experimentar, o sea, a ser, el amor perfecto.

Es el amor perfecto; y lo sabe. Pero desea hacer algo más que saberlo. Desea serlo en su experiencia.

¡Evidentemente, aspira a ser Dios! ¿Qué otra cosa ibas a ser?



No lo sé. No estoy seguro. Supongo que nunca me lo había planteado. Me parece como si tuviera algo de blasfemo.



No resulta nada interesante el hecho de que no te parezca blasfemo aspirar a ser como el demonio, y en cambio te parezca ofensivo aspirar a ser como Dios.



¡Eh, espera un momento! ¿Quién aspira a ser como el demonio?

¡Tú! ¡Todos vosotros! Incluso habéis creado religiones que afirman que habéis nacido en pecado, que sois pecadores de nacimiento, para convenceros a vosotros mismos de vuestro propio mal. Sin embargo, aunque os dijera que habéis nacido de Dios, que nacéis como puros Dioses y Diosas - puro amor -, me lo negaríais.

Pasáis toda vuestra vida convenciéndoos de que sois malos. Y no sólo de que sois malos, sino de que aquello que deseáis es malo. El sexo es malo, el dinero es malo, la alegría es mala, el poder es malo, tener mucho es malo - mucho de lo que sea -. Algunas de vuestras religiones incluso mantienen la creencia de que bailar es malo, la música es mala, divertirse es malo. Pronto aceptaréis que sonreír es malo, que reír es malo, que amar es malo.

No, no, amigo mío; puede que haya muchas cosas que no tienes claras, pero hay una que sí la tienes. Tú eres malo, y la mayor parte de lo que deseas es malo. Una vez formulado este juicio sobre ti mismo, has decidido que tu tarea consiste en ser mejor.

Te advierto que eso está bien. En cualquier caso, el objetivo es el mismo; pero hay un camino más corto, un atajo, una vía más rápida.

¿Cuál?

La aceptación inmediata de Quien y Qué Eres, y la manifestación de ello.

Eso es lo que hizo Jesús. Es el camino de Buda, de Krishna, el camino de todos los Maestros que han habitado este planeta.

Y de igual modo, todos los Maestros han dejado el mismo mensaje: lo que yo soy, tú lo eres; lo que yo puedo hacer, tú lo puedes hacer; todo esto, y más, también lo harás tú.

Pero no les habéis escuchado. En cambio, habéis elegido el camino, mucho más difícil, de creer que uno es el demonio, de imaginar que uno es el mal.

Decís que es difícil seguir el camino de Cristo, practicar las enseñanzas de Buda, poseer la luz de Krishna, ser un Maestro. Pero Yo te aseguro que es mucho más difícil negar Quien Eres que aceptarlo.

Eres bondad, misericordia, compasión y conocimiento. Eres paz, luz y alegría. Eres perdón y paciencia, fuerza y valor, ayuda cuando hay necesidad, consuelo cuando hay dolor, curación cuando hay herida, enseñanza cuando hay ignorancia. Eres la sabiduría más profunda y la más alta verdad; la paz más magnífica y el más grandioso amor. Eres todo esto. Y en determinados momentos de tu vida tú te has reconocido a ti mismo como siendo todo esto.

Decide, pues, reconocerte a ti mismo siempre como siendo todo esto.


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