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Mensaje  Admin Dom Sep 05, 2010 4:21 pm

El Ángel de la Educación

El verdadero conocimiento llega hasta nosotros cuando nos sintonizamos cin nuestra Alma. Todo lo que recibimos del mundo exterior es sólo información de segunda mano y no el conocimiento directo que podermos contactar cuando percibimos que él ya está dentro de nosotros mismos. Educar es permitir que la sabiduría latente del Alma se manifieste en todos los seres, enseñándoles a vivir.

AFIRMACIÓN: Estoy disponible y abierto a la educación que viene de mi Alma.




Chico, estamos moviéndonos en círculo!



Efectivamente. Tal vez, en lugar de movernos en círculo, deberíamos ser el propio círculo. Ese no sería un círculo vicioso, sino un círculo sublime.



¿Forma parte la renuncia de la auténtica vida espiritual?

Sí, puesto que al final todo Espíritu renuncia a lo que no es real, y nada de lo que alcanzas en la vida es real, salvo tu conversación conmigo. Sin embargo, no se requiere una renuncia en el sentido clásico de negación de sí mismo.

Un auténtico Maestro no se “priva” de nada. Un auténtico Maestro simplemente prescinde de ello, como haría con cualquier cosa que hubiera dejado de tener utilidad para él.

Hay quienes dicen que debes superar tus deseos. Yo te digo simplemente que los cambies. Lo primero supone una rigurosa disciplina; lo segundo, un divertido ejercicio.

Hay quienes dicen que, para conocer a Dios, debes superar todas las pasiones terrenales. Sin embargo, es suficiente con entenderlas y aceptarlas. Aquello a lo que te resistas, persistirá; aquello que mires, desaparecerá.

Quienes procuran tan insistentemente superar todas las pasiones terrenales, a menudo ponen en ello más empeño del que uno podría imaginar, con lo cual eso mismo se convierte en su pasión. Tienen una “pasión por Dios”; pasión por conocerle. Pero una pasión siempre es una pasión, y cambiar una por otra no sirve para que desaparezca.

Por lo tanto, no juzgues lo que sientes como apasionado. Simplemente obsérvalo, y luego mira a ver si te sirve en función de quién y qué quieres ser.

Recuerda que estas constantemente en el acto de crearte a ti mismo. En cada momento, estás decidiendo quién y qué quieres ser. Y en gran parte, lo estás decidiendo a través de las opciones que tomas con respecto a quién y qué piensas que es apasionado.

Con frecuencia, una persona de la que dirías que sigue un camino espiritual parece que haya renunciado a toda pasión terrenal, a todo deseo humano. Lo que ha hecho es entenderlo, ver la ilusión, y prescindir de las pasiones que no le sirven; pero amando siempre la ilusión que lo ha llevado hasta allí: la posibilidad de ser enteramente feliz.

La pasión es el amor convertido en acción. Es el combustible que alimenta el motor de la creación. Es el cambio de los conceptos a la experiencia.

La pasión es el fuego que nos lleva a expresar quienes realmente somos. Nunca niegues la pasión, pues eso equivale a negar Quien Eres y Quien Quieres Realmente ser.

La renuncia nunca supone negar la pasión; supone simplemente no preocuparse por los resultados. La pasión es amor por el hacer. El hacer es ser experimentado. Pero ¿qué es lo que se crea a menudo como parte del hacer?: expectativas.

Vivir tu vida sin expectativas - sin la necesidad de obtener unos resultados determinados -: eso es la libertad. Eso es la santidad. Así es como Yo vivo.



¿Tú te preocupas por los resultados?



En absoluto. Mi alegría reside en la creación, no en sus consecuencias. La renuncia no es una decisión de negar la acción; es una decisión de negar la necesidad de obtener un determinado resultado. Hay una gran diferencia.



¿Podrías explicarme qué quieres decir cuando afirmas: “La pasión es el amor convertido en acción”?



El ser es él más alto estado de la existencia, su esencia más pura. Es el aspecto de Dios como “ahora y no ahora”, “todo y no todo”, “siempre y nunca”.

El ser puro es la divinidad pura.

Sin embargo, nunca ha sido suficiente para nosotros simplemente ser. Siempre hemos suspirado por experimentar Quienes Somos; y ello requiere un aspecto totalmente distinto de la divinidad: el hacer.

Digamos que, en el fondo de vuestro maravilloso Yo, sois ese aspecto de la divinidad llamado amor. (Por cierto: esa es la Verdad acerca de vosotros.)

Ahora bien: una cosa es ser amor, y otra muy distinta hacer un acto de amor. El alma anhela hacer algo de lo que es, con el fin de conocerse a sí misma en su propia experiencia. Así, tratará de realizar su más alta idea por medio de la acción.

Este impulso a actuar es lo que se llama pasión. Mata la pasión, y matarás a Dios. La pasión es Dios que quiere manifestarse.

Pero es que, una vez Dios (o Dios-en-vosotros) hace ese acto de amor, Dios ya se ha realizado, y no necesita nada más.

El hombre, por su parte, a menudo siente que necesita un beneficio a cambio de su inversión. Si amamos a alguien, bien; pero mejor si también somos amados... y cosas por el estilo.

Eso no es pasión. Eso son expectativas.

He aquí la principal fuente de la infelicidad humana. Eso es lo que separa al hombre de Dios.

La renuncia aspira a poner fin a dicha separación por medio de la experiencia que algunos místicos orientales han llamado samadhi. Es decir, la unidad y unión con Dios; la fusión con y en la divinidad.

La renuncia por lo tanto, renuncia a los resultados; pero nunca jamás renuncia a la pasión. En realidad, el Maestro sabe intuitivamente que la pasión es el camino; es la vía de la auto-realización.

Incluso en una perspectiva terrenal se puede afirmar con bastante exactitud que, si uno no siente pasión por nada, no tiene vida en absoluto.



Antes has dicho: “Aquello a lo que te resistas, persistirá; aquello que mires, desaparecerá”. ¿Puedes explicármelo?



No puedes resistirte a algo sin que ello implique darle realidad. El acto de resistirse a una cosa es el acto de darle vida. Cuando te resistes a una energía, reconoces que está ahí. Cuanto más te resistas a algo, más real lo harás, sea lo que sea aquello a lo que te resistas.

Aquello ante lo cual abras los ojos y lo mires, desaparecerá; es decir, dejará de mostrar su forma ilusoria.

Si tú miras algo - lo miras realmente -, verás a su través; y a través de cualquier ilusión que muestre, aparecerá ante tus ojos sólo su realidad última. Frente a la realidad última, tu insignificante ilusión no tiene ningún poder. No puede seguir manteniendo su poder debilitador sobre ti. Verás su verdad, y la verdad te hará libre.



Pero ¿qué ocurre si no quieres que desaparezca lo que estás mirando?



¡Debes quererlo siempre! No hay nada que conservar en vuestra realidad. Pero si escoges la ilusión de tu vida antes que la realidad última, puedes simplemente recrearla, tal como la creaste en un principio. De este modo, puedes tener en tu vida aquello que decidas tener, y eliminar de tu vida aquello que ya no desees experimentar.

Pero nunca te resistas a nada. Si piensas que por medio de tu resistencia lo eliminarás, piensa otra vez. Lo único que harás es colocarla con más firmeza en su lugar. ¿No te he dicho ya que todo pensamiento es creador?



¿Incluso un pensamiento que diga que no quiero algo?



Si no lo quieres, ¿por qué piensas en ello? No le concedas un segundo pensamiento. Pero si debes pensar en ello - es decir, si no puedes dejar de pensar en ello -, entonces no te resistas. En lugar de ello, mira a lo que sea directamente, acepta tu realidad como creación tuya, y luego decide mantenerlo o no, según desees.



¿De qué dependería esa decisión?



De Quién y Qué piensas que Eres. Y de Quién y Qué decides Ser.

De esto es de lo que depende toda decisión, cualquier decisión que hayas tomado en tu vida y puedas tomar en el futuro.



Así, una vida de renuncia ¿es un camino equivocado?



No exactamente. El término “renuncia” tiene un significado equívoco. En realidad, no puedes renunciar a nada, pues aquello a lo que te resistes, persistirá. La auténtica renuncia no renuncia a nada; simplemente escoge de forma distinta. Se trata de un movimiento hacia algo, no de un alejamiento de algo.

No puedes alejarte de algo, pues te perseguirá y volverá una y otra vez. Por lo tanto, no te resistas a la tentación; simplemente, apártate de ella. Acércate a Mí y apártate de cualquier cosa distinta de Mí.

Pero debes saber esto: no existen los caminos equivocados, puesto que en este viaje no puedes “dejar de ir” adonde vas.

Es simplemente una cuestión de velocidad, sencillamente un cuestión de cuándo llegarás; pero también eso es una ilusión, ya que no existe el “cuándo”, como tampoco existen el “antes” o el “después”. Solo existe el ahora; un eterno momento del siempre en el que te experimentas a ti mismo.



Entonces, ¿qué sentido tiene? Si no hay ningún camino que “recorrer”, ¿qué sentido tiene la vida? ¿Para qué debemos preocuparnos por nada de lo que hagamos?



Bueno. Por supuesto, no debéis; pero haríais bien estando atentos. Simplemente, observad quiénes y qué sois, hacéis y tenéis, y mirad a ver si eso os sirve.

El sentido de la vida no es ir a un lugar; es darse cuenta de que ya estáis allí, y siempre habéis estado. Estás constantemente y para siempre, en el momento de creación pura. El sentido de la vida es, pues, crear quiénes y qué sois, y luego experimentarlo.






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